Mi
abuelita habita la poesía con auténtica sencillez y la comprende casi sin hablar,
entre las pulsaciones de la luz, la música y en cada amanecer, que es su esencia espiritual. Porque ella siempre nos inculco que el amor es la fuerza
mayor y única, la ley verdadera que todo lo rige. Su pensamiento
agudo reflejaba en su mirada reflexiva, toca las pequeñas cosas que se tornan profundas y
reveladoras de verdades armónicas, propicias
para encontrar la justicia que no es más que nuestra sed de Dios y a la vez Su
obra.
Que
una mujer como mi Milda, mas sublime que ella, pues su propia vida es
ya una inspiración. Pero su oficio, las horas
de desvelo, pertenecen a su obra ensayística, poco estudiada, siempre publicada
a destiempo y retrasada por sus excusas de
timidez y la inclinación natural a priorizar a los “otros” en la práctica
asidua del servicio y de la humildad.
existen en la literatura y en el mundo muy pocos escritores y seres humanos que plasmen sus escritos en una maestra como lo es una abuelita, que posee un conocimiento filosófico y una
comprensión histórica y espiritual, como los de mi Milda, que con solo mirar sus cabellos canos, sus manitas arrugadas, sus ojitos de un color maravilloso y profundo como los de mi abuelita que mientras estuvo entre nosotros jamas sintió cansancio para consentirnos ni enojo alguno cuando sabia que necesitábamos un abrazo.
Cuando
el desamparo cubre la vida como una noche interminable me agobia en la soledad, cuando parece que Dios
duerme indiferente, cuando me siento mas sola, yo pienso en la voz
de mi Milda, contándome todos los cuentos del mundo, mientras laboraba en sus tejidos o simplemente mirábamos al infinito sin un horizonte... muchas veces se entristecía, otras sonreía contándome cada anécdota o aventura de su juventud me parecía que revivía lo ya vivido, era una mujer tan sencilla, con una ternura infinita, con un coraje insuperable... así fue mi Milda, la mujer que me crió que dio todo por verme feliz, y hoy que ha partido mi refugio son sus recuerdos, su fotografía y siempre mi primera oración.
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