Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo es la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistente para un mundo en el que solo cabe el ímpetu de los años jóvenes. yo soy una mujer joven aun, y, no se si me habré vuelto invisible para el mundo, es probables, pero nunca fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfrute tanto de cada momento de mi existencia, como lo hago cada día, con mis tristeza y alegrías, éxitos y fracasos.
descubrí que no soy una princesa de cuento de hadas, descubrí al ser humano que sencillamente son, con sus miserias y sus grandezas. descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás. y a pesar de ello ¡quererme mucho!
cuando me miro al espero ya no busco a la que fui, sonrió a la que ahora soy; me alegro del camino andado, asumo mis contradicciones. siento que debo ser autentica y real, que debo amar sin limitaciones a los míos y debo ser amada del mismo modo.
para mi, ser mujer, es ser ser capaz de gritar de alegría, de desesperación, de miedo, de asombro, de alegría.
poder llora por una películas, o por un detalle, o por un caricia , o por unas palabras, por un enfado, por la desesperación, por la tristeza quizá hasta por la alegría.
muchas veces es necesario caminar con una sonrisa y saludando todos, escuchando, atendiendo las necesidades de los demás, sin que nadie note mi dolor interno, o sonreír de un modo reservado peor estar feliz, así de simple y sencillamente somos las mujeres, celosas, cariñosas, muchas veces renegonas y caprichosas; pero es ahí donde radica la autenticidad, la sensualidad, dispuestas siempre a mar, a enfrentar lo imposible, a luchar por nuestros seres amados, y creo somos especiales; pues cumplimos roles valiosos y maravillosos, somos hijas, amigas, madres, esposas, abuelas, somos mujeres, y debemos amarnos.
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